Por razones de la
vida los no cualificados
nos quedamos varados,
a la espera de un no
sé qué día salir escarmentados.
Las tecnologías nos
quedan a años luz,
y frustran con
descaro,
y caemos en la
dependencia, en el trago amargo.
Somos tan torpes que
ya ni nos quejamos,
nos tumbamos
impotentes ante el duro mercado.
Mucho se nos dice de
los más adaptados,
nuestra queja se
ahoga en el apetito insano.
Pena de la vida, de
la del discapacitado
que a su mundo giran
y giran frustraciones y palos.
Qué fácil dar
consejos, qué imposible romper
moldes dados; que
añoranza de lo simple,
de los tiempos
pasados.
Los no cualificados,
los indefensos, los discapacitados,
inundando las
barriadas de imposibles aspiraciones.
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