Ya se nos adviene la Semana Santa. Estamos en los días previos a la misma. Ya podremos festejarla con la emotividad que la caracterizara o muy parecidamente a la anterioridad de la irrupción de la pandemia. Porque en esta etapa de normalidad que se nos abre los Pasos procesionales desfilarán ante la mirada de los fieles con la suficiente confianza que nos abrigan el tiempo recorrido de estos dichosos meses de mal que buena experiencia, y el destello ante un nuevo acontecer anual como es la conmemoración de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.
Desplegando nuevos enfoques, mirando hacia delante, procesionaremos en los recorridos que se nos abran a la vista, “renaciendo de nuestras cenizas” morales y acompañando a nuestros correligionarios en sus vicisitudes como penitentes impenitentes de un trayecto vital a largo plazo, que es la vida misma.
La Semana Santa, más allá de la conmemoración folclórica, nos da un tiempo de reflexión espiritual muy profundo, que ahonda en las raíces mismas del cristianismo.
Cada uno, sea creyente o no lo sea, tomará nota en estos pocos días de esparcimiento de qué ideas le puede sugerir este trasegar existencial, tan complejo como pasional, tan exiguo como extenuante.
Ante la proximidad de las elecciones regionales y municipales, el ambiente parece querer encresparse, en cierto sentido, en la opinión pública. Los partidos políticos, ante este hito, no se quitan el ojo de encima y evalúan sus puntos fuertes. La moción de censura frustrada y el despliegue informativo de los medios de comunicación de los diferentes bandos nos dan una idea teatral ante la que se nos avecina. La Semana Santa, con su halo de solemnidad, parece querer marcar un tupido velo de moderación y razonamiento para así poder confrontar los futuros lances que se nos presenten.
No obstante, si mirásemos hacia el Padre Azul, ese que describiera Jesús de Nazaret por medio de un observador inusitado, cual pudiese serlo un personaje de un libro de ficción de J.J. Benítez, quizá entonces hallásemos un hilo de equilibrio entre nuestras ideas contradictorias y nuestros humores estresantes.
Pero a veces nos faltan el tiempo y las ganas, y otras veces es lo contrario lo que provoca que, a la postre, salgamos aturdidos entre nuestras ilusiones y objetivos y lo que paulatinamente podamos ir logrando.
