Dos luceros más brillan en el Cielo cerúleo,
dos pequeñas allá arriba que miran abajo
a esta España que llora su pronta partida,
pues antes, otrora, les quitaron la vida.
Un padre sin alma, una madre sin hijas,
una España asombrada, sumida en la rabia,
una isla agitada, unas gentes sin calma,
un zumbido estertor que da sacudidas.
Esa maldad que deja sin palabras
hoy recorre la espina dorsal
de la España más sensata,
de la España más total,
de las Islas Canarias,
del mundo en general,
ambos sexos, todas razas.
Y es que esa locura es despreciable,
dos niñas raptadas por su mismo padre,
y así ofrendadas al mar por ira execrable,
acabando sus luces apagadas, vidas arrebatadas.
Dos niñas que yacen
en el mar de los llantos
de esta España indignada,
de su sino trágico.
Y así, arrebatado, estupefacto,
acabo, quia, estos versos
a esas niñas que ya son luceros
que en el Cielo brillan,
cerúleo Cielo
tras la pesadilla.
El Hombre por Naturaleza es una bestia, tenemos la opción de vivir y dejar vivir, aunque a algunos eso de vive y deja vivir no va con ellos.
ResponderEliminarLa Naturaleza sigue su curso y los humanos la retamos.