El
mundo hoy tan manifiestamente ocioso. Aparte de los vientos fríos y las lluvias
tan abundantes en el norte de la península ibérica, temas no faltan a nadie que
se precie de tener las herramientas informáticas elementales para ponerse al
día de la actualidad informativa. Internet y las Redes Sociales se erigen como
los pilares sobre los que se asienta ese acceso a la información que nos puede
nutrir de ideas y puntos de vista dispares sobre lo que se quiera escribir.
Aunque,
obviamente, puede resultarnos una ingente cantidad de noticias que uno debe
aprender a ordenar en su mente y en sus prioridades.
Hoy,
como seguía diciendo, se celebra el día mundial de la poesía. Si contamos con
las herramientas básicas para elaborarlas, tales como diccionarios impresos o
digitales, y nuestra experiencia y los variados recursos de los que en la
actualidad en España contamos (prensa, radio, televisión), podemos, poco a
poco, amalgamar vivencias y experiencias que redunden en esa inspiración
necesaria para la poesía.
O
para la prosa. Por simple disfrute. Por ocio constructivo. No temer al papel en
blanco pues mejor o peor podemos dejarnos llevar por ese instinto vital que
supone la escritura.
Ya
sé que eso no es fácil. Pero, aun así, el ansia de superación hace resurgir
nuestros proyectos abandonados. Por lo de que nunca es tarde si nos ponemos a
ello. Ya sea con enfermedades físicas, mentales, intelectuales, o de cualquier
índole, cuando se quiere contar algo por escrito nuestra única limitación son
las barreras volitivas que nos autoimponemos. La fantasía, la imaginación,
dejándose llevar por nuestras emociones y sentimientos, pueden hacernos valer
de resortes para no caer en inmovilismos anímicos.
Aunque,
eso sí, el esfuerzo del día a día cuenta enormemente, porque hace que
aprendamos cosas nuevas de maneras inhóspitas o inesperadas. O con conciencia y
planificación pulimos nuestros objetivos, para, una vez definidos, insistir e
insistir repetidamente.
Por
mi parte, transcribiendo libros a mano y a ordenador, leyendo un mínimo la
prensa, o los libros, o lo que me caiga en las manos, aumenta gratificantemente
la ebullición de ideas de las que valerme ya sea en la poesía, la prosa, la
narrativa corta, o lo que surja.
Y
aunque socialmente mi situación es compleja, ya sea porque tengo enfermedad
mental, ya sea porque lo justifique con otras excusas a la postre limitativas,
no me dejo desmoronar, la chispa que en mí existe la intento aprovechar con las
redacciones que considere pertinentes.
Como
antes decía, supone un ocio constructivo la escritura, en general, porque
enriquece en conocimientos a quien la ejerce de manera más o menos frecuente.
Y, además, enriquece a los demás al servir de forma artística y expresiva hacia
el mundo en el que uno quiera integrarse.
No
olvidemos que somos nosotros los que, a partir de cierta edad, según sea el
caso, nos implicamos paulatinamente viviendo lo más que podemos lo que queremos
conseguir. Si no fuera así, nos aplanaríamos psicológica y socialmente, y nos
dejaríamos llevar por la corriente de la comodidad llegado a un estatus.
La
ambición, el perfeccionismo, se me antojan recursos imprescindibles para
superarse a uno mismo. Escribamos lo que escribamos siempre contaremos al mundo
historias que puedan resultar interesantes valorándolas los demás, de forma
objetiva. No encerrarse, pues, en nuestras manías perfeccionistas también ayuda
para autovalorarnos. Y es que puede que escribas alguna cosa y a ti no te
resulte lo bastante buena, ya sea en el fondo o contenido, ya sea en la forma o
la estética, pero, si la muestras a otras personas te puedes llevar sorpresas
porque, finalmente, ellas lo pueden considerar bueno. Evitemos, pues, así, un
perfeccionamiento delirante. Dejémonos guiar por nuestras ideas y no privemos
al mundo de nuestras cualidades, de nuestras potencialidades. En conclusión,
podemos ser perfeccionistas, pero no tanto como para dejar escapar los rayos de
luz de nuestras inspiraciones súbitas.
Aunque
uno tenga enfermedad mental puede superar obstáculos según sus posibilidades y
su voluntad se lo permita. La vida es bonita, larga, aunque, a veces, nos
encerremos y obcequemos en lo contrario.
Sean,
pues, nuestros esfuerzos los que deparen nuestros resultados. La escritura es
un ocio que nos enriquece como personas que somos. No nos achantemos y
valorémonos con mayor amplitud de miras. Aunque algo pueda uno considerarlo
trivial, ya sea por ser muy exigente consigo mismo, o por no valorarlo lo
suficiente, a la postre no debe privar de que los demás le den su punto de
vista.
Ánimo
España, y escritores que se inician en nuestra lengua con un poco de canguelo.
Viva la poesía, la prosa, la narrativa, la dramaturgia, cualquier manera de
expresión escrita que pueda ser valorada.
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