7
Carta de Sor Paulina, madre superiora
del convento de monjas del Carmelo Descalzo.
A petición de tu padre, me enorgullece
la decisión de matrimonio que vas a contraer con tu amor de toda la vida,
Ernesto, ese amigo y confidente del que tanto me hablaste.
La comunidad religiosa, que tan bien te
conoce, y tú la conoces, se encuentra dispuesta a rendirte un merecido
homenaje. En el convento, las hermanas
hemos acordado que puedes celebrar
tu enlace en nuestra capilla. Esperamos que aceptes nuestra invitación, Lucía.
Y, personalmente, perdona mi desconfianza pasada hacia la vida que, fuera del
monasterio, se te pudiera presentar. Somos muy recatadas, aquí, y valoramos la
lealtad hacia los votos y hacia El Señor como gran premisa en nuestra
congregación.
Un saludo y sincera enhorabuena de la
que fue tu madre superiora y de todo el Carmelo Descalzo.
Que Dios os bendiga.
EPÍLOGO
Lucía y Ernesto, en los años sucesivos
continuaron cimentando su relación, trayendo un niño al mundo al que pusieron
el nombre del abuelo, Jaime. Y un segundo retoño, esta vez una niña, a la que
bautizaron como Socorro, acaso como recuerdo que Lucía y Ernesto quisieron
proyectar en la pequeña en base al nombre que la madre ostentara en su estancia
en el convento de carmelitas descalzas, y precisamente en homenaje a esa época
y a la congregación, que, inopinadamente, terminó enlazándolos en matrimonio
satisfactoriamente.
Consiguientemente muchas antiguas
compañeras de escuela de Lucía se disculparon con ésta por los maliciosos
comentarios que realizaban de pequeñas. Su padre no sólo no merecía acabar como
en un principio se creía, sino que, ya resuelto el caso, se alegraron de que
así no acabase. O sea, que tuviese un desenlace del que, como se ha visto, ha
podido dar testimonio.
Y continuando con el mismo personaje,
don Jaime, el aludido padre de Lucía, es sabido que encontró un recibimiento de
su poesía del paisajismo manchego cada vez más arrollador. Y, a lo largo de su
carrera, recibiría merecidos premios y homenajes.
Ernesto, ya rehabilitado con la ayuda
del CRPSL y de Lucía y su suegro, y como padre de familia, proseguiría una vida
normalizada con un tratamiento adecuado, trabajando por cuenta propia en una
tienda de ultramarinos.
Y Manuel, el psicólogo, esclarecería
ante la comunidad esta historia para transmitírsela de la manera lo más cómica
posible a su familia y generaciones venideras. Evocaría su pasado de boxeador
con un tintín anecdótico, y mantendría siempre la simpatía y el apego de don
Jaime, su hija, su yerno y sus nietos.
-FIN-
Preciosa
ResponderEliminar