Al final va a ser el
tiempo.
El tiempo que todo lo
cura el que haga sucumbir ante la locura.
El tiempo prolongado
de abstenciones el que haga perturbar nuestras emociones.
El tiempo que
fricciona nuestros espíritus el que haga de nuestros ánimos humores chicos.
El tiempo que
implacable transcurre y pasa el que al cuerpo oxide y viejo le haga.
El tiempo lluvioso de
dichas y fortunas el que haga florecer las ansiadas aceitunas.
El tiempo que enseña
y resabios nos deja el que sea profesor de conciencias y experiencias.
El tiempo corto,
súbito, precipitado, el que nos dé sorpresas y nos deje alelados.
El tiempo romántico,
amoroso, gozoso, el que una nuestros cuerpos en los actos lujuriosos.
El tiempo oportuno,
cabal y medido, el que haga de nosotros personajes merecidos.
El tiempo allende el
hogar allá en el exilio, el que haga meditar y escribir nuestros delirios.
El tiempo que pesa y
nos deja sinsabores el que haga que afrontemos y saquemos los colores.
El tiempo en familia
y al cobijo del hogar, el que dé la esperanza y la buena voluntad.
El tiempo rezando la
fe personal el que haga que se pueda uno mismo realizar.
El tiempo con versos
escuetos y bellos el que anime los cafés, y a poetas deje sello.
El tiempo, en fin,
universal y ostensible, el que haga que crezcamos en el cuerpo y en la psique.
El tiempo del mundo,
ocupado, o libre, dándonos en qué pensar y en qué temer por sus efectos
temibles.
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