Barcelona suspende su toque de queda,
el COVID, parece, “así lo aprueba”,
mas el vicio, el ruido, el pis donde sea,
volverán a la carga tras la paz que antes era.
Los más exaltados y juerguistas se alegran,
los vecinos mayores, enfadados, se quejan;
volverá otra vez a haber ciertas peleas,
suciedad y desorden, alcohol, ruido que afea.
En Barcelona no hay toque, la noche es eterna,
el COVID, parece, “no es peligro”, no me creas,
los jóvenes, ufanos, a las calles se aprestan,
dejando un rastro muy sucio que apesta.
Dormir en ciertos lugares será una odisea,
mas las calles, se sabe, bullirán, maldita sea,
a esas horas intempestivas hasta que eso se extienda
de nuevo en España para un disfrute sin fronteras.
La mesura de unos, la locura de otros;
el cohabitar es de todos, antes del COVID,
y ahora más que nunca, acotando lugares de fiesta y ocio;
no dejando que el COVID haga de las suyas.
Pura realidad.
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