Por Cuba, por Florida
se formó hace unos cuantos días
un terrible huracán
que continúa todavía.
Se desplaza el muy dañino
con sus ráfagas de viento,
espiral de barlovento,
de mar a costa, de costa a mar,
intenso.
Arrasa las viviendas, furibundo
el muy tremendo, y viene para
Europa, preparemos los
terrenos.
Aunque ya no será tan tremendo,
se habrá hecho de más a menos,
será un viento extremo,
pero furibundo, no olvidemos.
Este huracán ha costado ya vidas,
Ian huracán, huracán Ian,
que trunca en estos días
a los seres que le desafían.
De cuarta categoría
es un advenimiento del clima
cambiante que se forma en el mundo
este tremendo fenómeno, Ian.
Y cuanto más quememos cosas
y menos queramos darnos vida,
huracanes como Ian vendrán
para ver que somos ladillas.
Cuidemos nuestra Tierra,
nuestro planeta, diría,
ese sabio sacerdote
que ama el mundo y la vida.
Y así menos Ian habría,
más templanza, menos furia,
o al menos lo intentaríamos
de manera menos fría.
Pero vamos a la senda
de los vientos y sequías,
y cuando queramos darnos cuenta,
será tarde, madre mía.
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