domingo, 4 de agosto de 2013

La felicidad


La felicidad es un signo emocional que evoca una agradable sensación.
La felicidad puede ser de variada intensidad.
La felicidad nace de la muerte de la tristeza, de la de la rutina y de la de la monotonía.
Perseguir la felicidad es como cuando el perro persigue su propia cola.
O cuando al perro le atamos con longaniza; cuando el hombre cree que la tiene, con el tiempo suele olvidarla; y cuando la pierde, se desespera por volver a atraparla.
La felicidad se halla nivelada sobre todo entre “ilusión e ilusión”. Es cuando es más constante, y cuando se dosifica con mayor regularidad.

En fin, la felicidad aflora de sentimientos positivos; se comparte con la solidaridad y la misericordia.
Llamamos felicidad a lo ignoto que no sabemos cómo identificar. A la armonía de la salud mental, física y social, es decir, la persona no suele ser consciente de ese estado si la vive con naturalidad. Pero si se la arrebata el destino o su mala suerte, su añoranza le provoca dolor, ira y resignación.

La felicidad se cultiva desde que se nace, aunque al crecer es cuando debe ser regada, para que coja robustez y frondosidad, cual si fuese árbol de alegrías.

La felicidad no se busca como dije antes; a veces se encuentra sin buscarla, y otras veces se pierde por no saber apreciarla. Otras veces se fuga sin desear su marcha.

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