domingo, 1 de septiembre de 2013

La despedida


Te marchaste  como apareciste,
En un día soleado y triste;
Clavé los ojos en los tuyos grises,
Devolviéndome un adiós con ternura firme.

Hemos sido uña y carne,
Esposo, esposa, fieles amantes.

En el campo tú eras la hoz,
En el campo, yo el azadón.
En la casa tú eras la escoba,
En la casa, yo el cogedor.

Hemos criado a los hijos,
Con igual esmero, con igual regocijo.
Si tú regañabas, yo aleccionaba;
Y a la inversa si el caso se daba.

Nunca te puse la mano encima,
Eras mi amor, mi fiel compañía.

Los dos hablábamos todas las noches,
Sin alzarnos la voz en la habitación,
De nuestras manías, zalamerías,
Inquietudes e incertidumbres,
De lo vivido y lo por vivir.

El campo ha sido nuestra oficina,
En él hemos plantado,
Escardado, fumigado,
Mil tareas acarreado.
Y en casa hemos cocinado,
Limpiado y lavado por igual.

Mas la muerte nos ha separado,
Mas el recuerdo vivirá en mí.

Ahora cierro los ojos y pienso,
Que esta pareja sólo es de papel,
Mas es inspirada de ideas,
Leídas en novelas.
Que aprender no viene mal,
Y la historia es genial,
Venga de machos o hembras,
Algo nuevo aportarán.

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