domingo, 2 de febrero de 2025

CUANDO SE OPOSITA Y CUANDO NO

Opositar: qué preguntas hacerte a la hora de tomar la decisión

Cuando se oposita a alguna rama profesional del sector público, la persona opositora se conciencia del esfuerzo que le conlleva tal propósito: un periodo de tiempo prolongado (estamos hablando desde meses hasta de años); una perseverancia crucial para la obtención del resultado satisfactorio, pues sin ésta, sin el estudio metódicamente organizado y estructurado, no se consigue la consistencia intelectual necesaria requerida para la competitividad en una oposición; un apoyo instrumental y didáctico apropiados a tal fin, o, lo que es lo mismo, apercibirse del adecuado material de estudio y de algún tipo de ayuda, que, obviamente, nos faciliten a la hora del aprendizaje); situarnos en ambientes lo más idóneos posibles para la concentración y focalización de los temarios, que, por lo general, evitarán el ruido y las distracciones, y, en cambio, estimularán nuestra atención –por ejemplo, nuestra habitación ordenada, una sala de biblioteca,…-; y, en general, a la hora de la verdad, si nos sentimos realmente preparados, dar lo mejor de nosotros mismos, no chantajearnos con falsas desilusiones y ver lo positivo de nuestro esfuerzo en tal meta, además de que, si a la primera no ha podido ser, insistir es una segunda e incluso en las ocasiones necesarias para la obtención de la oposición a la que se pretenda.

Para todo lo anteriormente comentado, la estimulación ha de ser lo suficientemente contundente como para mantenernos firmes ante los baches y altibajos que nos vayan surgiendo a lo largo de los años que acaparen nuestra preparación. Además, ciertas oposiciones ya exigen, como las de las carreras universitarias, contar con la titulación acreditativa que las validen.

Cuando no se oposita es que, simplemente, puede ser que, hayamos estudiado pero no tengamos pretensiones en el sector público; o, nos interese más otro tipo de actividades más personales y creativas y menos competitivas y arriesgadas, como, por ejemplo, escribir por nuestra cuenta, ocuparnos en oficios artesanales, manuales, o de cualquier índole, pero que no requieran esas dosis tan altas de sacrificio intelectual. Un claro ejemplo es abrir una actividad auto-empresarial, es decir, lo que se ha dicho de toda la vida de trabajar por cuenta propia.

Ejemplos de trabajos autónomos se me vienen a la cabeza a la hora de finalizar estas líneas: nuestros agricultores, nuestros ganaderos, nuestros pescadores, nuestros comerciantes, etc. Todos ellos, aunque no opositen, cada día de sus vidas compiten en la intrincada red mundial de otorgar lo mejor de sus productos al mercado, ya que de ello y de sus ingresos dependerá la manutención de sí mismos como de sus familias y allegados.

Se oposite o no se oposite, se quiera obtener una plaza fija en el sector público, o se quiera trabajar por cuenta propia o se quiera trabajar en el sector privado, el fin, ciertamente, será parecido: la obtención de un trabajo, de un estatus, con el que poder vivir, ser persona integrante en la sociedad, y colaborar, de esta manera, al engranaje de la misma.
 

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