Aquí
en España criticamos por los codos,
criticamos
“por la nada”, criticamos “por el todo”.
Somos
muy “luciferinos”, instintivos y/o beodos,
somos
muy vociferantes, somos muy sabelotodo.
Razonamos
por las buenas, por las malas sin decoro,
razonamos
ora tarde, razonamos ora pronto.
Contenerse
es de sabios, es así en cierto modo,
mas
si atacan nuestra prole embestimos como toros.
Es
mi España amalgama de opiniones y recodos,
es
tan rica y diversa en fracasos como en logros.
Es
el mundo tan brumoso, que se pierde sobre todo
cuando
vemos esas nieblas de sospechas ante todo.
Y
es que la malicie empaña, y afea a lo honroso,
y
es que de bueno a malo opinamos como bobos.
Los
extremos no son buenos, apelando los de en medio,
cuando
pueden ser ellos peores a la postre de sus medios.
Los
impulsos enfebrecen con la ira hacia el otro,
mas
a veces hace falta ir valiente y con arrojo.
Ser
piadoso nos ensalza, serlo tonto es jocoso,
ser
furioso y sin perdón si te dañan alevosos.
Criticamos
la comida, o el tiempo, o los modos,
o
el orbe, o la vida, como niños bochornosos.
Relativas
las manías, lo objetable y lo hondo,
siendo
tantas perspectivas razonables en nosotros.
No
extremados critiquemos, seamos sanos y juiciosos,
no
enconemos nuestra rabia, por los nuestros, por nosotros.
Esto
escribo hoy tranquilo, y en ello versos tomo,
y
comprendo que a veces no es cierto para todo.
Criticamos
en España, en Europa, en el globo,
criticamos donde sea,
más alegres, más furiosos.