Drásticamente concibo
mi tiempo. El tiempo que faltándome me sobre lo voy a dedicar a mi antigua y
relegada pasión: mi diario. Un diario sutil y leíble, que reconforte a ese
auditorio que imagino exiguo. Y es que la desazón me come, el torbellino
existencial me abruma, y no encuentro otra manera de aplacarlos que escribiendo
y/o exhibiendo cual pavo real estas sin pares emociones.
Tras comenzar un año
2020 que se auguraba prometedor, irrumpe el coronavirus, y esto trastoca los
bolsillos, y desestabiliza nuestro sistema, o, en cierto grado, lo altera.
Quien más quien menos se agarra a su empleo, si lo puede conservar, y el país
entra en modo hibernación, entrando la cuarentena. Así varios meses de
encierro, de parálisis económica, de estado de alarma, que nos ha hecho ser lo
que somos ahora, nuestra inevitable realidad.
Y las consecuencias
son claras: millares de muertos a causa del COVID; medidas de prevención
obligatorias para evitar la propagación del virus como: lavado de manos,
distancia social, uso de mascarillas, etc.; y otra consecuencia, ésta de
reciente aparición, es la irrupción de múltiples rebrotes en la nueva
normalidad en que estamos.
El tiempo pasa,
frugal amigo, y nos da en deparar en unas u otras situaciones. Cobijarse en él
es lo único que nos garantiza que seguimos vivos. Por eso yo trazo estas
líneas, para, con ellas, conservar la esencia del tiempo que es ahora, un algo
en ese futuro que se abre camino, un legado que perviva y hable por sí mismo.
Por eso hago este mi
diario abierto, e incluyo noticias. Anda que la que tiene liada el rey emérito
con sus dineros truculentos. Y Pablo Iglesias “con sus cosas”. Motín de motines, velar por el viento,
España que ansías sin COVID ni muertos.
Me encanta Pedro,te explicas de maravilla.
ResponderEliminarSigue para adelante, nunca dejes de escribir,me parece una manera preciosa de esperar tus sentimientos.