jueves, 25 de mayo de 2017

CASI COMO EN EL COLEGIO



A la vista está lo que, llegada a cierta edad, la vida parece deparar al ser humano que tropieza más de una vez y preconcibe que en más ocasiones le sucederá.

El enfermo mental, el intelectual que se blinda en su historieta personal, en su búnker mental, cada mañana que amanece puede venírsele encima la culpa de lo que vive con lo que le ha deparado a esa situación.

Por eso, cómo no, ponerse a hacer actividades programadas ayuda a rentabilizar más el tiempo. O, si se dispone de ello, las personas de tu entorno que te puedan ayudar a organizarte.

Estos últimos días voy cavilando tantas y tantas cosas existenciales que, tras sesudas sesiones de auto-afligimiento vano y reedificación de la realidad estéril, termino por dejar el tiempo pasar, sin más, desembarazándome de lo superfluo e intentando en los ratos de mejor ánimo estrujar los mismos con entusiasmo.

Casi como en el colegio, ya sea a los veinte, a los treinta, a los cuarenta… años, sea la edad que sea, emprender la vida como si fuera la escuela en la que aprender y adquirir hábitos, habilidades, conocimientos, de relación con los demás, de autoconocimiento, de aprendizaje lo más ameno que nos sea posible.

La meta sería alcanzar un graduado en el máster inacabable del fluir mientras nos sentamos vivos y con ganas de hacer cosas.

Guiarse por el espíritu y por el momento, por las corrientes que surjan a nuestro alrededor, adaptándonos a las que hagan sentirnos mejor, terapia saludable para no caer en el desánimo o la depresión.

Para eso tenemos las ideologías, los libros, los ejemplos de ilustres personajes de la historia, qué sé yo, mil y una formas de que el paso del tiempo en este mundo no resulte tan insustancial o banal.

Hay que romper las barreras de la pereza, si no podemos nosotros mismos, pidiendo ayuda a nuestros seres queridos, o a la gente cercana que no nos deje de lado.

El resto es querer mantenerse en el giro de la peonza y en no cansarse en volverla a lanzar, en el estímulo constructivo, en la inercia de nuestros mejores entusiasmos.

Casi como en el colegio, hilvanando unas etapas con otras, sabiendo transformarnos según el paso de la vida, e intentando, así, no cansarnos al llegar a edades provectas.

No nos hagamos tanto daño a nosotros mismos. Intentemos exteriorizar lo mejor de nosotros. Intentémoslo.


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