Un
rayo de luz por la Iglesia entra,
por
el vidrio brilla como gran tormenta.
Los
creyentes oyen lo que les convenga,
pero
Dios los llama al misal que empieza.
Las
campanas tocan, y la misa es cierta
al
asiduo fiel y al que así comienza.
El
convento bulle con el ansia en ciernes,
la
oración se pide y el Sol la enciende.
La
Purísima llama a sus muchos fieles,
y
nos da el don de sus dulces mieles.
Jesucristo
nace, como saben ustedes,
en
humilde cuadra, natural pesebre.
Y
José y María al Cielo miran,
viendo
a Dios en Hijo que será enseguida.
A
orientales Reyes la Estrella guía,
para
ungir al Niño que será Mesías.
En
la Cruz perdona, en la cruz Él muere,
y
demuestra al Padre el valor que mueve.
Resucita,
es cierto, tras morir en jueves,
tras
tres días duros, con el aura indemne.
Los
Apóstoles lloran, y las santas creen
a
su Cristo vivo cuando ya lo ven.
Jesucristo
en vivo a su Padre llama,
y
así Él hace su misterio en llamas.
Las
lenguas de fuego el Espíritu clama,
y
la fe al mundo se extiende y propaga.
Y
los siglos vienen, y la Iglesia Santa
se
hace con la historia abnegada y alta.
Es
el Cuerpo pan y el vino es Sangre
del
perdón global que nos hace grandes.
El
universo gira y la fe se expande,
y
la misa empieza con el culto clave.
Aunque
no perfectos le adoramos siempre
que
le confesamos los pecados fuertes.
De
la Virgen Pura, de su santo vientre,
Dios
se hace carne cuando en ti se encuentre.
La
Sagrada Forma nos anima y llena,
con
Jesús nos vuelve en personas buenas.
Un
rayo de luz por la Iglesia entra,
ya
El Salvador en su templo templa.
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