Yo
mismo me delato, yo soy mi gran amor,
yo
cuido mi autoestima, yo sé decir que no.
Yo
guardo esa línea de peso tan mayor
si
logro atemperarme y tomo yo mi voz.
Yo
me hago más maduro si el niño en mí es menor,
y
hago que este mundo me acepte como soy.
Yo
ando, con mi gente, ufano y veloz,
y
quiero, acompañado, tener paz interior.
Tan
solo uno se pierde, con alguien es mejor,
que
ser tan impaciente, y tan agrio de humor.
Qué
grande es mi suerte, qué suerte ser tu voz,
qué
bueno el presente si sé llevarlo hoy.
No
solo, sí con gente, transmito lo que soy,
y
cuido mi autoestima allá adonde voy.
Qué
bueno el ambiente, el lugar de donde soy,
la
familia que me entiende, lo que puedo hacer yo.
Fluir
con la corriente, saber decir que no,
quererse
independiente, e íntegro con vos.
No
todo es tan negro, la luz llega del sol,
y
en ella mi autoestima halla su resplandor.
El
cuerpo y la mente, la edad, el ser quien soy,
procuran
esa suerte que dar al exterior.
No
ser indiferente, y sí mi gran amor,
hacer
que mi autoestima se eleve con mi voz.
Qué
bueno ser paciente, constante a lo mejor,
y
así, con mi autoestima, quererme como soy.
Y
se pasan ratos buenos, regulares y peores,
y
yo, con mi autoestima, regulo desniveles.
Más
baja o más alta mi autoestima está a veces,
todo
es tan relativo cuando adulto aún se crece.
Uno
mismo es su autoestima, es su yo más interior,
valorando
así su suerte y su dable emoción.