El
fanatismo criminal, fundamentalista, se ceba contra unos pacíficos viandantes
de las Ramblas barcelonesas en una tarde tórrida de mediados de agosto.
El
terror planificado, materializado por los verdugos de una ideología radicalizada
de una religión que sin adulterar no genera estos desenlaces.
La
paz de un paseo vespertino tornada en unos instantes en violento atropello, en
brutal embestida.
Queremos
paz, sosiego, para los nuestros, para nosotros, y no queremos ceder en las
garantías y derechos que nuestros antepasados, con tanto sacrificio, nos han
proveído por medio de la cultura y los valores que nos han hecho llegar hasta
donde hemos llegado, asentando nuestro sitio en el mundo.
Queremos
ser fuertes aun siendo débiles, por eso cada día superamos problemas y
afrontamos nuevos retos.
España
se une en su grieta más emblemática, o lo intenta; la cuestión catalana la
queremos obviar, e intentamos hacer piña en nuestro país, porque, a la postre
todos somos españoles.
Queremos
seguridad, garantías de protección políticas, que podamos andar sin miedo.
Queremos
una nación donde la ciudadanía, es decir los ciudadanos que la componemos, pueda
estar segura de sí misma y de su integridad.
Queremos
que se cumpla la ley, y que no se repitan tan trágicos acontecimientos como los
de las Ramblas.
Bien dicho.
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