Este mundo, tan
ruidoso, tan disparatado.
Este mundo, que a la
menor oportunidad te arrumba, te orilla en la penumbra.
Y a nosotros, los que
padecemos algún problema psico-espiritual, ¿acaso se nos trata con decoro y
respeto?
En este mar de
rivalidades, en esta sinrazón de locuras y esperpentos, somos acribillados,
como los que más, a juicios sumarísimos, los que, por una razón u otra,
flojeamos en nuestro carácter.
Encima los familiares
nos embuten una presión para que salgamos a flote, y yo no digo que no tengan
razón, pero vaya maneras, algunas, y vaya métodos, otros.
No nos queda otra, a
los que nos hemos quedado rezagados y malparados, que verlas venir, capear
temporales y soportar granizadas estoicamente.
Qué mejor solución
que una metódica abnegación, un resuello tranquilo y unas esperanzas mansas.
No podemos ir
machacando como nos machacan, o sí, pero nos tendríamos que atener a las
consecuencias de nuestra tozudez.
Los que estamos en la
fase de la dependencia debemos abocarnos a nuestra dignidad asertiva.
No desesperemos,
pues, y sigamos con nuestros hobbies, nuestras ilusiones, y no dejemos que la
tirantez de los demás nos irrite. Por nuestra salud y por nuestra integridad.
Y hagamos,
colectivamente, el sindicato de las emociones controladas: aquél que dé fe de
nuestras capacidades y fortalezas más positivas.
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