jueves, 11 de junio de 2020

INTRIGA

El virus y sus cepas,
¿realidad o ficción?
Tal vez grande la treta,
ansias de corrupción
sobre todo el planeta,
un nuevo orden mejor,
o una peor receta,
cultivo intrincado
de intereses a espuertas.


La nueva normalidad va implantándose en nuestra cotidianeidad a pasos de gigante. Los nuevos estándares de salubridad que, en pos de nuestra seguridad, van a acoplarse en los más recónditos aspectos de la vida comunitaria, empiezan a olerme a algo peor que buenas intenciones.

Puede que intereses camuflados de otras cosas hagan hacer que, por ejemplo, se seleccione un número reducido de estudiantes para que acudan a las aulas, presencialmente. Y, allí, en los centros educativos, aún tendrán que guardar cierta distancia de seguridad los que vayan entre sí, o incluso llevar mascarilla a partir de los diez años de edad.

Esto solo por mencionar lo referente a los estudiantes y universitarios, quedándome la duda de qué criterios se van a establecer para escoger a los que van a ir a las aulas o a la facultad y, por ende, que otros criterios para los que se van a quedar a hacer la formación online, que, obviamente, no va a ser igual de satisfactoria. Incluso, en mis pensamientos más elucubrados, me figuro que hasta los puedan escoger por ser las familias de determinados estatus o afinidades ideológicas al gobierno que se dé, vete a saber.

Saliendo de estas figuraciones mías, continúo divagando por cómo nos intentan controlar ahora más que nunca, nuestros movimientos, nuestros desplazamientos, habiendo cierta marea de gente que piensa incluso que esto del coronavirus, no es que sea una pandemia dada al uso, sino una trama o complot a nivel mundial, orquestada por cierta élite interesada en lo del confinamiento.

Esta gente no cree en la capacidad y efectividad de las vacunas, viéndolas más bien como algo que debilita o no hace bien a las personas, y que la que están haciendo del coronavirus no es sino pura mercadotecnia sanitaria para hacernos dependientes de las grandes farmacéuticas, que buscan tener asiduos pacientes de los que nutrirse, económicamente, se entiende.

Yo, por mi parte, en esta guerra de fuegos cruzados, no quiero entrar, ya que una parte de mí me dice que lo que se está movilizando, efectivamente, con el tema del coronavirus, al menos aquí en España, no es muy coherente.

Aunque sean muchas las precauciones y los pretextos, siempre se albergará la duda de por qué estos cambios tan drásticos han venido acompañados de nuevas caras en los altos cargos políticos.

Por otra parte, el tema de la salubridad es respetable y digno de elogio, siempre que esté justificado.

Prevenirnos con vacunas no lo veo mal, pese a esa marea de gente que, allá ella, piensa lo contrario.

En fin, para terminar, alegar que en el tema sanitario se juegan muchas barajas, cartas y demás que, en buena medida, le hacen más o menos inquietante. Puede que haya algunos intereses espurios allá en el fondo, pero en la superficie lo que realmente se valora es la salvaguarda de vidas humanas. Eso pensamos. O eso creemos.

Mas tanto intrigar, ciertamente, no puede solo el acusado de ello por uno o unos que así le acusen, sino que, asimismo ese uno o unos pueden ser los que, en definitiva, sean los que intriguen.


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