El virus y sus cepas,
¿realidad o ficción?
Tal vez grande la treta,
ansias de corrupción
sobre todo el planeta,
un nuevo orden mejor,
o una peor receta,
cultivo intrincado
de intereses a espuertas.
La nueva normalidad
va implantándose en nuestra cotidianeidad a pasos de gigante. Los nuevos
estándares de salubridad que, en pos de nuestra seguridad, van a acoplarse en
los más recónditos aspectos de la vida comunitaria, empiezan a olerme a algo
peor que buenas intenciones.
Puede que intereses
camuflados de otras cosas hagan hacer que, por ejemplo, se seleccione un número
reducido de estudiantes para que acudan a las aulas, presencialmente. Y, allí,
en los centros educativos, aún tendrán que guardar cierta distancia de seguridad
los que vayan entre sí, o incluso llevar mascarilla a partir de los diez años
de edad.
Esto solo por
mencionar lo referente a los estudiantes y universitarios, quedándome la duda
de qué criterios se van a establecer para escoger a los que van a ir a las
aulas o a la facultad y, por ende, que otros criterios para los que se van a
quedar a hacer la formación online, que, obviamente, no va a ser igual de
satisfactoria. Incluso, en mis pensamientos más elucubrados, me figuro que
hasta los puedan escoger por ser las familias de determinados estatus o
afinidades ideológicas al gobierno que se dé, vete a saber.
Saliendo de estas
figuraciones mías, continúo divagando por cómo nos intentan controlar ahora más
que nunca, nuestros movimientos, nuestros desplazamientos, habiendo cierta
marea de gente que piensa incluso que esto del coronavirus, no es que sea una
pandemia dada al uso, sino una trama o complot a nivel mundial, orquestada por
cierta élite interesada en lo del confinamiento.
Esta gente no cree en
la capacidad y efectividad de las vacunas, viéndolas más bien como algo que
debilita o no hace bien a las personas, y que la que están haciendo del
coronavirus no es sino pura mercadotecnia sanitaria para hacernos dependientes
de las grandes farmacéuticas, que buscan tener asiduos pacientes de los que
nutrirse, económicamente, se entiende.
Yo, por mi parte, en
esta guerra de fuegos cruzados, no quiero entrar, ya que una parte de mí me
dice que lo que se está movilizando, efectivamente, con el tema del coronavirus,
al menos aquí en España, no es muy coherente.
Aunque sean muchas
las precauciones y los pretextos, siempre se albergará la duda de por qué estos
cambios tan drásticos han venido acompañados de nuevas caras en los altos
cargos políticos.
Por otra parte, el
tema de la salubridad es respetable y digno de elogio, siempre que esté
justificado.
Prevenirnos con
vacunas no lo veo mal, pese a esa marea de gente que, allá ella, piensa lo
contrario.
En fin, para
terminar, alegar que en el tema sanitario se juegan muchas barajas, cartas y
demás que, en buena medida, le hacen más o menos inquietante. Puede que haya
algunos intereses espurios allá en el fondo, pero en la superficie lo que
realmente se valora es la salvaguarda de vidas humanas. Eso pensamos. O eso
creemos.
Mas tanto intrigar,
ciertamente, no puede solo el acusado de ello por uno o unos que así le acusen,
sino que, asimismo ese uno o unos pueden ser los que, en definitiva, sean los
que intriguen.
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