Organización para
llevar una vida lo más óptima posible.
Organización para no
divagar, para saberse manejar y para elegir aquellas opciones que se nos
presenten más convenientes a nuestro alcance.
Todo se rige según
unos órdenes: el universo por el orden del espacio-tiempo; la materia por los
átomos; los organismos vivos por sus sistemas y órganos; los humanos por sus
sociedades; los animales por sus instintos y supervivencias.
En conclusión, para
que algo pueda darse, debe regirse un cierto criterio, alguna forma de
organización, ya sea de la clase que sea.
Unos órdenes de los
que somos todos partícipes, y de los que, inconscientemente, hacemos uso.
El ser humano, al
desarrollar su raciocinio, fue capaz de darse cuenta de cuán importante es el
orden en la vida: como forma de llevar a cabo o no ciertas acciones; como forma
de respetarse y no agredirse los unos a los otros; como forma de cohesión de los elementos que
componen un todo.
Organización que
también puede referirse a una empresa u organismo con ciertos propósitos.
La organización nos
hace llevar el trabajo, los oficios, de manera eficiente. Donde no hay orden no
puede esperarse sino incertidumbre y caos.
Es por eso que a las
personas con ciertas enfermedades mentales les es tan imprescindible el apoyo
familiar, el aprecio social y/o la psico-rehabilitación que les den garantías
de perdurar en sus estabilidades emocionales.
Organizar y
organizarse, tanto a uno mismo como uno a los demás, es y será siempre signo de
salud mental, siempre que este organizar no implique consecuencias
devastadoras, tal sucede en las peores dictaduras.
Una organización,
mejor o peor, que no nos vuelva autómatas, y nos dé cierta personalidad, sería
lo más recomendable.
Seamos, pues,
partícipes de nuestras conductas, y llevemos a efecto la trayectoria de la vida
con las mejores cartas en nuestra mano: aquéllas que, bien dispuestas, nos den
la mayor productividad.
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