domingo, 8 de abril de 2018

LUCÍA Y ERNESTO 7ª ENTREGA

***
Querida Lucía:

Han pasado ya dos años desde que decidiste ingresar en el monasterio como religiosa. Dos años de añoranza de tu risa, tu alegría, tu consuelo.

Este verano, tan cálido como bochornoso, no me ha sido plenamente generoso. Yo, tan alegre y vital, siempre tirando pá lante, me encuentro en una encrucijada tan precaria que me hace sentirme tan vulnerable que me flaquean las fuerzas hasta para las ganas de comer.

Ese maldito vicio que siempre pretendo desterrar en los momentos de mayor depresión y desesperación, ruge en mi interior, ahora con mayor ímpetu, porque mi padre Ernesto murió hace unos días de una feroz neumonía. La soledad en el hogar, por lo tanto, hace de mí un ser nostálgico, vagabundo, apesadumbrado, que no quiere recaer en la atroz ludopatía que destrozaría por completo lo poco que me queda de valía como persona.

Para mantenerme estable dentro de mis posibilidades acudo al Centro de Rehabilitación Psicosocial y Laboral del pueblo. Allí soy apoyado y orientando con terapias y actividades.

No obstante, como te decía, necesito un apoyo en casa, y qué mejor que tú, que tan bien me conoces, para poder redirigir esta vida que tan difícil se me hace manejar. Estoy seguro que tú también me echas de menos, y, aunque respeto tu religiosidad, siempre vi un ápice de desasosiego en tu interior que tú te negabas a aceptar tras el asesinato de tu padre.

No quiero inquietarte, pero, pienso, que si aún queda algo de amor entre nosotros, te replantees la posibilidad de venirte a vivir conmigo. Que nos demos una oportunidad en nuestras penurias. Que podamos, juntos, afrontar lo que nos venga.

P.D. Eres libre de decidir lo que quieras. Lo respetaré.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario...