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Manuel el psicólogo, tras leer la misiva
para sí en un breve espacio de tiempo, entorna los ojos levemente diríase como
meditando, y se atusa la barbilla imberbe en un acto de reflexión circunspecta.
-La carta de Ernesto no supuso una
coacción para usted, ¿verdad, señorita Lucía? –indaga el psicólogo con un tacto
un tanto incierto.
-En absoluto. Pero, aun si hubiera sido
así, ¿qué le motiva tal pregunta? –responde Lucía.
-Una decisión como la de dejar una forma
de vida como la que llevaba, a comprometerse por otra que conlleva
responsabilidades no es una cuestión baladí –indica el psicólogo.
-Comprendo –asiente Lucía.
-Ambos deben estar de acuerdo en
respetarse, y, según tengo entendido, es algo dado por supuesto –afirma el
psicólogo.
-Nos conocemos tanto que, en efecto,
damos por hecho –habla ahora Ernesto.
-Yo he llorado sin pudor junto a él. Él
ha sido el padre que me arrebataron en la infancia, el amigo, el cómplice en
mis dichas y mis penas. Siempre a mi lado, hasta para tomar los hábitos
religiosos, respetó tal decisión con un estoicismo titánico, porque, aunque se
negara a afirmarlo, me quería –declara Lucía visiblemente conmocionada.
-Ella ha sido y es la luz del sol que me
ilumina. Sí, la quiero. Mi padre, antes de morir, hablaba de lo buena que
hubiera sido como esposa mía –habla Ernesto.
-No sean tan trágicos, todavía son
jóvenes. Tienen mucha vida por delante –interviene el psicólogo Manuel.
-Ahora que estamos otra vez juntos, me
siento renacer –habla Ernesto.
-Vaya que sí. Te veo tan delgaducho. Necesitas
cuidarte, buenas comidas, cariño, afecto –declara Lucía.
-Aquí, en el Centro, le orientamos lo
mejor que podemos. Usted, señorita Lucía, sin duda, supondrá un pilar
inmejorable en la consecución de su rehabilitación y tratamiento –incide
Manuel.
Con estos y otros ligeros comentarios
fueron, los tres, acordando cómo debía organizarse esta entrañable pareja en el
día a día. Consejos prácticos, hábitos saludables, evitar caer en crisis
manejando los síntomas de manera adecuada, las visitas al psiquiatra, la
medicación, etc., que ya no serían cuestión exclusiva de Ernesto, sino que
contarían con el apoyo que la ex religiosa le dispensara.
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