domingo, 15 de abril de 2018

LUCÍA Y ERNESTO 8ª ENTREGA

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Manuel el psicólogo, tras leer la misiva para sí en un breve espacio de tiempo, entorna los ojos levemente diríase como meditando, y se atusa la barbilla imberbe en un acto de reflexión circunspecta.

-La carta de Ernesto no supuso una coacción para usted, ¿verdad, señorita Lucía? –indaga el psicólogo con un tacto un tanto incierto.
-En absoluto. Pero, aun si hubiera sido así, ¿qué le motiva tal pregunta? –responde Lucía.
-Una decisión como la de dejar una forma de vida como la que llevaba, a comprometerse por otra que conlleva responsabilidades no es una cuestión baladí –indica el psicólogo.
-Comprendo –asiente Lucía.
-Ambos deben estar de acuerdo en respetarse, y, según tengo entendido, es algo dado por supuesto –afirma el psicólogo.
-Nos conocemos tanto que, en efecto, damos por hecho –habla ahora Ernesto.
-Yo he llorado sin pudor junto a él. Él ha sido el padre que me arrebataron en la infancia, el amigo, el cómplice en mis dichas y mis penas. Siempre a mi lado, hasta para tomar los hábitos religiosos, respetó tal decisión con un estoicismo titánico, porque, aunque se negara a afirmarlo, me quería –declara Lucía visiblemente conmocionada.
-Ella ha sido y es la luz del sol que me ilumina. Sí, la quiero. Mi padre, antes de morir, hablaba de lo buena que hubiera sido como esposa mía –habla Ernesto.
-No sean tan trágicos, todavía son jóvenes. Tienen mucha vida por delante –interviene el psicólogo Manuel.
-Ahora que estamos otra vez juntos, me siento renacer –habla Ernesto.
-Vaya que sí. Te veo tan delgaducho. Necesitas cuidarte, buenas comidas, cariño, afecto –declara Lucía.
-Aquí, en el Centro, le orientamos lo mejor que podemos. Usted, señorita Lucía, sin duda, supondrá un pilar inmejorable en la consecución de su rehabilitación y tratamiento –incide Manuel.

Con estos y otros ligeros comentarios fueron, los tres, acordando cómo debía organizarse esta entrañable pareja en el día a día. Consejos prácticos, hábitos saludables, evitar caer en crisis manejando los síntomas de manera adecuada, las visitas al psiquiatra, la medicación, etc., que ya no serían cuestión exclusiva de Ernesto, sino que contarían con el apoyo que la ex religiosa le dispensara.


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