domingo, 22 de abril de 2018

LUCÍA Y ERNESTO 9ª ENTREGA

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El sol amanece radiante en un nuevo día que se abre paso. El tiempo ha ido pasando frugalmente en la localidad para Lucía y Ernesto. Ha pasado ya algo más de un año y, contra todo pronóstico, la convivencia de la pareja a que damos protagonismo ha resultado recíprocamente positiva en ambos. La tez de Ernesto ha ganado color, y, nuestra entrañable Lucía, vestida usualmente de manera austera y pudorosa, empieza a interesarse gradualmente por un vestuario más jovial y desenfadado.

-Pásame el azúcar, anda –Ernesto dirigiéndose jovialmente a su amiga reclama un bote de cristal tallado donde guardan la sustancia citada.
-Toma, Nesto, que edulcoras el almuerzo –le habla Lucía, dándole el azúcar.
-Lucy, vayamos hoy de compras a Toledo, que el tiempo es perfecto.
-De acuerdo, trovador, animando tú mis días, con tu risa y tus cuentos.
-Nesto quiere ropa, Nesto quiere esto, sábado de sol, sábado en efecto.
-Bueno, poeta, que hacemos de los días momentos superpuestos –cavila ligeramente Lucía, siguiéndole el rollo a su pareja.
-Lucy, guapetona, podemos ir a “La luz del Tajo” para ver qué ropa te gusta más –Ernesto apela a Lucía.
-Sí, que ya me va haciendo falta algún vestido bonito –Lucía para sí habla al tiempo que lo piensa con sinceridad.
-Es genial que llevemos juntos todo este tiempo. Tras las penas vienen las dichas, ¿no crees, Lucy? –dirigiéndose a ésta con una risa en los labios.
-Sin duda, amor, seamos, pues, dichosos y vivamos nuestra aventura tan ricamente –remata Lucía tras engullir un bizcocho en la leche tibia, costumbre arraigada del convento.

Diciendo esto continúan un rato más conversando, hasta que el ruido del timbre de la casa suena y Ernesto se dirige a la puerta a ver quién es. Pero tras abrir la puerta y mirar el exterior en derredor se percata de que nadie hay en el portal. Sin embargo, observador, divisa una carta en el suelo del escalón de la calle, cuyo remitente no aparece, pero sí a quién va dirigida. Para Lucía –se aprecia, únicamente escrito a bolígrafo azul en toda la superficie del sobre.

-¿Pero, y esto, qué significa? –se interroga Ernesto, cogiendo del suelo la carta e internándose al interior del hogar confundido, para, acto seguido, dársela a su destinataria.

-¿Qué me traes, Nesto? –le dice con la mirada, al tiempo que coge la carta con su nombre la aludida.
-No tengo idea quién puede ser. Ábrela y despejemos las dudas de una vez –le insta Ernesto intrigado.


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