domingo, 6 de mayo de 2018

LUCÍA Y ERNESTO 11ª ENTREGA

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De esta manera terminaba la misteriosa carta cuya cabecera indicaba era dirigida Para Lucía. La pareja, tras leerla no sin estupefacción, empezaba así a intercambiar impresiones.

-¿Tú crees que el misterioso Manuel es tu psicólogo? –mira Lucía a Ernesto diciendo esto aún boquiabierta.
-Todo lo indica. Qué vueltas tiene la vida. De qué manera nos enteramos cuando menos nos lo esperamos –ahora interviene Ernesto.
-El lunes saldremos de dudas. Iremos con la carta al CRPSL. Aclararemos esto. ¿Verdad, Nesto?
-Sí, amor –responde Ernesto automáticamente.

El sábado de ese junio de 2011 transcurrió para la pareja protagonista con un halo de esperanza inusitada e imprevista. Decidieron, no obstante, ir a “La luz del Tajo” para pasar el día y no obsesionarse con el tema que en el fondo les había conmocionado.

El domingo, para variar, Lucía y Ernesto decidieron investigar por la vecindad si alguien conocía a un tal Ricardo, hombre de unos cincuenta años, si todavía funcionaba la editorial La Isla.

Sin embargo, al ser día festivo no encontraron a ningún conocido que pudiera darles información sobre aquella persona. Entonces decidieron ir al edificio donde Lucía recordaba que se ubicaba la editorial donde su padre trabajaba. Para su sorpresa ya no era editorial lo que allí funcionaba. Los recibió un hombre de mediana edad.

-Buenos días, ¿qué se les presenta? –salía al paso el comentado hombre.
-Venimos a preguntar por Ricardo, jefe de la editorial La Isla. Es aquí donde funcionaba ¿Cierto? –indaga Lucía.
-Ah, sí. Esto fue una pequeña pero exitosa editorial hace ya años. Y, sí, la regentaba mi hermano Ricardo. Pero, de un día para otro, de unos doce años atrás a esta parte, mi hermano, fue a caer en una depresión profunda. Quedó conmocionado porque uno de sus empleados murió, parece ser asesinado.
-¿Y, dónde se encuentra ahora él? –interviene Ernesto.
-Se mudó con su familia a Zamora, el pueblo de al lado. ¿No estaban ustedes enterados? –responde el hermano de Ricardo.
-No –dice Lucía, lacónica.
-Si quieren, pueden comprar alguno de mis productos –señala el hermano de Ricardo señalando a los mostradores donde se exhiben pasteles y dulces –intenta desviar el tema el hombre porque el establecimiento es ahora una pastelería.
-Compremos una docena de pastelitos –le anima Lucía a Ricardo.
-¿Segura? –mira éste a su interlocutora un tanto confundido.
-Después de todo no fue tan mal hombre –le susurra ésta a Ernesto a lo bajini.
-Vale, Lucy. Póngame una docena de pasteles, por favor –indica Ernesto al pastelero con la voz alta y clara.


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