domingo, 13 de mayo de 2018

LUCÍA Y ERNESTO 12ª ENTREGA

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El lunes empieza con una temperatura moderada para la época en la población de Lucía y Ernesto. Aún no son las nueve de la mañana, pero el traqueteo en la casa es ostensible. Lucía se encuentra algo agitada y alterada por el rumbo que los acontecimientos van tomando. Ernesto, pasmado e intrigado por tanto misterio.

A trompicones van arreglándose y serenándose mientras dilucidan de qué manera abordar al psicólogo; la posible estrategia para el encuentro que la misteriosa carta les ha suscitado; la posible interpretación que deban dar a los hechos a partir de entonces.

-¿Cuánto te falta para salir del baño, Lucy? -Inquiere Ernesto a ésta desde el otro lado de la puerta del servicio, al tiempo que la apelada, nerviosa, se termina de secar el cabello.
-¡Ya voy, impaciente! Respeta a tu dama, por lo que te conviene –contesta Lucía, seca.
-Pero, ¡mira qué hora es! Tenemos que estar a las nueve en punto en el Centro –Ernesto se impacienta.
-Ya voy, pesado –termina Lucía.

Una vez compuestos, los dos intentan repasar una síntesis de lo que van a decir.

-Bueno, Lucy, le dirás qué ha sido de su pasado como boxeador. Cómo consiguió financiarse su porvenir, sus estudios.
-Sí. Y lo más importante, cómo, si es que al final evitó dar la paliza a mi padre, encubrió su traición. Y, naturalmente, el paradero del mismo –a Lucía le brillan los ojos.

Atropelladamente van atravesando calles y aceras a pie, hasta, por fin, llegar al Centro el paciente y la ex religiosa.


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