3
El gallo canta, son las seis de la
mañana. Lucía, madrugadora, ya está trajinando en su nuevo hogar con vigoroso
frenesí. Ernesto dormita en su habitación aún, balbuceando algunas palabras sin
coherencia, atrapado en no se sabe qué sueño abrumador. Lucía, que había
dormido en la habitación de al lado, se encuentra mientras organizando ropas y
enseres que Ernesto no sabía o no quería colocar con orden, y le espía sin
maldad, recordando cómo en tiempos en que ambos se querían como hermanos,
compartían las ganas de vivir.
Llegan las siete de la mañana, y
Ernesto, medio sonámbulo, al fin se incorpora de su lecho, da un brinco,
recobra en un instante la consciencia de los hechos pasados y de la realidad,
y, efusivo, oye a Lucía canturrear en la cocina, a la que se dirige con muy
buen humor.
-¿Qué me cantas, niña? ¿Qué cocinas,
chata? ¿Qué me dices, anda? Tan bonita y guapa.
-Como siempre un poeta trovador,
Ernesto. Tan galán y apuesto.
-Ya veo que en el convento te has
convertido en una joyita de mujer ama de casa.
-Ya veo yo que tú, ciertamente,
conservas el humor y la frescura de siempre, no cambias.
-¿Cómo voy a cambiar? Vienes en mi
auxilio, dejas tus votos por este truhán sin remedio.
-No te pongas peripatético, Ernestito.
Siéntate y toma este cola cao, y esta magdalena, que te veo tan descolorido que
hasta podrías pasar por el Michael Jackson ese.
-¿Yo? ¿Qué va? Le doy mil vueltas, canto
mejor, no me digas, ¿no crees?
-Sí, sí, tan bien que mientras duermes
cantas a capela.
-No sé si canto en sueños, pero tu
alegría hace que me olvide de mis penas.
-Por ahora te he ordenado un poco los
trastos que tenías por ahí tirados, te he ordenado la ropa, y, si todo va bien,
haré la colada e iré contigo, si no te importa, a tu CRPSL a que me conozcan, a
que sepan que ahora me hago cargo de ti.
-Vale, hermanita, a las diez de la
mañana podemos presentarnos en el Centro. Son gente preparada y competente. Te
caerán bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario...