domingo, 25 de marzo de 2018

LUCÍA Y ERNESTO 5ª ENTREGA

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Así fue transcurriendo el tiempo entre Lucía y Ernesto, que, mientras cada cual se hacía cargo de su persona, empezaban de nuevo a hacerse confidentes, como cuando eran algo así como novios.

Llegan las diez de la mañana, la pareja protagonista de esta historia ha ido a pie hasta el CRPSL de la localidad donde residen. Ernesto, como caballero de la triste figura que pudiese atribuírsele, acompañado de Lucía, atraviesa el umbral con ella para entrar al edificio donde se encuentra el Centro en cuestión. Un amplio espacio representa el vestíbulo, y a ambos lados de las paredes hay sillas donde sentarse, al fondo se encuentra la recepción, y allí un trabajador ejerce de administrativo.

-Buenos días, Miguel –se presenta Ernesto.
-Hombre, Ernesto. Buenos días. Vienes bien acompañado. ¿Es amiga tuya?
-Sí. Te presento. Se llama Lucía. Es la amiga y vecina de mi infancia y mocedad. Se ha venido a vivir conmigo. Entre otras cosas, por eso quiero ir a hablar de ello con el psicólogo Manuel.
-Como quieras. Espera que avise a tu tutor –el administrativo mediante el teléfono de línea interior del Centro comunica este asunto al tutor de Ernesto, el psicólogo Manuel, que es requerido por tal motivo.
-Manuel, aquí está Ernesto, quiere hablar contigo –se oye al administrativo Miguel hablar.
-Vale, en diez minutos puedo verlo –contesta el psicólogo Manuel.
-Sentaos, Manuel os recibirá en unos minutos. No os preocupéis –el administrativo finalmente confirma.

Lucía y Ernesto toman asiento en el amplio vestíbulo, en dos sillas adyacentes. Ambos cuchichean animadamente. Lucía contempla el entorno con curiosidad.

-A primera impresión aquí se nota un clima agradable. Estas instalaciones ¿son modernas, no? –inquiere Lucía dirigiéndose a Ernesto.
-Sí. Este Centro fue inaugurado hace unos tres años. Como ves, el orden y la limpieza dan buena impresión –le responde Ernesto.
-¡Qué maravilla! Ventanas que dejan entrar la luz, suelo y paredes pulcros. En mi convento la luz había que buscarla al aire libre. Y, en fin, lo antiguo, aunque en buen estado, no daba tanto optimismo –declara Lucía.
-Supongo que lo que se pretende es que nos sintamos a gusto –Ernesto comenta.
-Ya veo. Dios y la Virgen nos protegen. El resto es cómo queramos sentirnos –sentencia Lucía.
-Tienes razón. Verás que el psicólogo Manuel es un tipo sencillo y cordial. Sus sesiones colectivas son muy amenas. Y cuando hablo algo individualmente con él, su comportamiento es muy formal.
-Seguro que sí. Ya verás, Ernesto, como se te va la pena pronto, y el juego ni asoma en tu recuerdo –le anima Lucía a Ernesto.


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