sábado, 24 de diciembre de 2016

10 DE NOVIEMBRE DE 2016



SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

Qué cinismo e hipocresía envueltos en un manto de “buenismo” superfluo. Qué chabacanería más extravagante rodeando la filosofía y la psicología más cursis. Qué demagogia más “insofisticada” sincronizando a los medios de comunicación hasta tan paupérrimas cotas. Qué incultura, qué incivismo, que relatividad tan devastadora.

Una España mundializada en la mediocridad más exuberante exhibe sus atributos globalizados.

Una tecnología “telecomunicativa” lastrada por el descontrol irresponsable cercena los ya exiguos valores.

Las vigas nos atraviesan, y, cegados, espetamos los ciudadanos miramientos y críticas hacia los demás por sus vigas chuscas sin atrevernos a admitir las nuestras chulescos y altivos.

¿En qué queda la virtud? ¿En qué la sensatez?

Quizá una introspección “mística” mitigue nuestras debilidades al examinarnos apoyados en algún fundamento ético.

Somos polvo de estrellas, en esencia, las personas de este mundo. Mas enmascaramos nuestra humanidad ya sea por razones bélicas, defensivas, ofensivas, qué sé yo.

La forma de vida en este Occidente capitalizado prima la ausencia de autorreflexión con la ansiedad materialista de forma contundente.

Estudiar, formarse, individualizarse económicamente y obsesionarse por el bienestar propio parecen premiarse con popularidad y éxito.

Somos polvo de estrellas, pero aspiramos a poseer la luna, el sol, el universo o todo lo que alcance nuestra imaginación cuando nos obcecamos con metas irrealistas, a veces, o desproporcionadas respecto a nuestras posibilidades, otras.

¿Dónde queda el sano juicio, la correcta ponderación, el equilibrio sostenible?

Las políticas “cretinizadoras” empalagan nuestros derechos con intereses pecuniarios y ocultando nuestras obligaciones morales.

La Iglesia y el cristianismo originales parecen querer aún arrojar un viso de esperanza en medio de nuestra desolación ética colectiva.

Las misiones, el voluntariado, las donaciones desinteresadas parecen querer aún sustentar algo de optimismo a la par de nuestro desarrollo tecnológico y evolutivo.

Mudos hablamos nuestras miserias en los círculos familiares y reducidos, o al amparo de nuestra fe íntima.

No paremos, pues, en el caminar de la vida positiva y tolerante, aunque a veces descarrilemos y nos demos trompazos significativos.

Somos polvo de estrellas, qué duda cabe, en un cosmos que evoluciona según nuestras actitudes y comportamientos, o involuciona cuando, cegados, vociferamos las vigas ajenas sin reparar en que las nuestras nos delatan.

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