SOMOS POLVO DE ESTRELLAS
Qué
cinismo e hipocresía envueltos en un manto de “buenismo” superfluo. Qué
chabacanería más extravagante rodeando la filosofía y la psicología más cursis.
Qué demagogia más “insofisticada” sincronizando a los medios de comunicación
hasta tan paupérrimas cotas. Qué incultura, qué incivismo, que relatividad tan
devastadora.
Una
España mundializada en la mediocridad más exuberante exhibe sus atributos
globalizados.
Una
tecnología “telecomunicativa” lastrada por el descontrol irresponsable cercena
los ya exiguos valores.
Las
vigas nos atraviesan, y, cegados, espetamos los ciudadanos miramientos y
críticas hacia los demás por sus vigas chuscas sin atrevernos a admitir las
nuestras chulescos y altivos.
¿En
qué queda la virtud? ¿En qué la sensatez?
Quizá
una introspección “mística” mitigue nuestras debilidades al examinarnos
apoyados en algún fundamento ético.
Somos
polvo de estrellas, en esencia, las personas de este mundo. Mas enmascaramos
nuestra humanidad ya sea por razones bélicas, defensivas, ofensivas, qué sé yo.
La
forma de vida en este Occidente capitalizado prima la ausencia de
autorreflexión con la ansiedad materialista de forma contundente.
Estudiar,
formarse, individualizarse económicamente y obsesionarse por el bienestar
propio parecen premiarse con popularidad y éxito.
Somos
polvo de estrellas, pero aspiramos a poseer la luna, el sol, el universo o todo
lo que alcance nuestra imaginación cuando nos obcecamos con metas irrealistas,
a veces, o desproporcionadas respecto a nuestras posibilidades, otras.
¿Dónde
queda el sano juicio, la correcta ponderación, el equilibrio sostenible?
Las
políticas “cretinizadoras” empalagan nuestros derechos con intereses
pecuniarios y ocultando nuestras obligaciones morales.
La
Iglesia y el cristianismo originales parecen querer aún arrojar un viso de
esperanza en medio de nuestra desolación ética colectiva.
Las
misiones, el voluntariado, las donaciones desinteresadas parecen querer aún
sustentar algo de optimismo a la par de nuestro desarrollo tecnológico y
evolutivo.
Mudos
hablamos nuestras miserias en los círculos familiares y reducidos, o al amparo
de nuestra fe íntima.
No
paremos, pues, en el caminar de la vida positiva y tolerante, aunque a veces descarrilemos
y nos demos trompazos significativos.
Somos
polvo de estrellas, qué duda cabe, en un cosmos que evoluciona según nuestras
actitudes y comportamientos, o involuciona cuando, cegados, vociferamos las
vigas ajenas sin reparar en que las nuestras nos delatan.
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