sábado, 24 de diciembre de 2016

LA LOTERÍA DE NAVIDAD



Otro año más que se acaba. Otra vuelta de nuestro planeta Tierra al Sol que se completa. Sobrevivir, resistir, mejorar, empeorar, ilusionar,… La Lotería de Navidad en nuestras almas arraigada hace despertar el autochantaje que nos impele superstición, inseguridad, ofuscamiento, etc. Parece que al finalizar un año, o en sus postrimerías, queramos vencer a la obviedad, a la lógica, a la razón, en pos de percibir un pellizco de dinero fácil extra que, con más o menos necesidad, satisfaga nuestro bolsillo.

Esta época estimula, como decía, más allá de lo espiritual, colmar con fantasías materiales nuestros vacíos interiores. Pernoctamos en el idilio de lo que anhelamos, y, podemos o no perder la percepción equilibrada que la vida nos otorga por el mero hecho de existir.

Cómo no, un dinero extra nos vendría de lujo. Y, cómo no, a mí me sirve para escribir sobre el asunto de la Lotería de Navidad.

Agotamos nuestra esencia cuando soñamos despiertos. La lotería del vivir nos condiciona a ello. Un pellizco de sabiduría, junto a la sensatez, nos daría el ingrediente adecuado para equilibrar nuestros presupuestos económicos.

Esperamos que la Lotería, en general, sea la de Navidad, sea del tipo que sea, arregle nuestros pinchazos emocionales, nuestra descompensación psicológica sobre lo que nos apetece o no, dónde y cuándo y/o por qué.

El dinero es valorable, y, en unos casos más que en otros, más o menos acuciante.

Por eso, en un país como el nuestro, España, que ha progresado en unas décadas de manera espectacular, y, confiado, se ha dejado seducir por el Estado del Bienestar cuanto le ha sido posible, al pincharse la burbuja que lo envolvía económicamente, con desastrosas consecuencias, encuentra curanderos mágicos en las loterías del destino. Ya sean sorteos de mayores o menores envergaduras, o en cualesquiera otros como las de formarse académicamente, encontrar un empleo, encontrar pareja, etc., vienen a describir nuestras actitudes emprendedoras. O sea, que vengan solitos a nosotros, o, en todo caso, a cambio de un mínimo esfuerzo y/o sacrificio.

Aun cuando este tema del que me refiero esté ya muy recurrido, qué mejor que la cercanía de esta Lotería de Navidad para recordarnos que, todos, y digo todos, en mayor o menor medida nos hacemos responsables de nuestros actos.

La Lotería es un azar, y, como tal, puede beneficiarnos. Pero, una vez más, empeñémonos en nuestros objetivos, y, así, podremos optar a que nos toque la lotería de nuestros logros y triunfos.

La vida, por sí sola, es ya una Lotería premiada por nuestros esfuerzos. Valorémosla. O, al menos, llevémosla lo mejor posible.

Felices Fiestas y, suerte a todos.

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