Otro año
más que se acaba. Otra vuelta de nuestro planeta Tierra al Sol que se completa.
Sobrevivir, resistir, mejorar, empeorar, ilusionar,… La Lotería de Navidad en
nuestras almas arraigada hace despertar el autochantaje que nos impele
superstición, inseguridad, ofuscamiento, etc. Parece que al finalizar un año, o
en sus postrimerías, queramos vencer a la obviedad, a la lógica, a la razón, en
pos de percibir un pellizco de dinero fácil extra que, con más o menos
necesidad, satisfaga nuestro bolsillo.
Esta época
estimula, como decía, más allá de lo espiritual, colmar con fantasías
materiales nuestros vacíos interiores. Pernoctamos en el idilio de lo que
anhelamos, y, podemos o no perder la percepción equilibrada que la vida nos
otorga por el mero hecho de existir.
Cómo no, un
dinero extra nos vendría de lujo. Y, cómo no, a mí me sirve para escribir sobre
el asunto de la Lotería de Navidad.
Agotamos
nuestra esencia cuando soñamos despiertos. La lotería del vivir nos condiciona
a ello. Un pellizco de sabiduría, junto a la sensatez, nos daría el ingrediente
adecuado para equilibrar nuestros presupuestos económicos.
Esperamos
que la Lotería, en general, sea la de Navidad, sea del tipo que sea, arregle
nuestros pinchazos emocionales, nuestra descompensación psicológica sobre lo
que nos apetece o no, dónde y cuándo y/o por qué.
El dinero
es valorable, y, en unos casos más que en otros, más o menos acuciante.
Por eso, en
un país como el nuestro, España, que ha progresado en unas décadas de manera
espectacular, y, confiado, se ha dejado seducir por el Estado del Bienestar
cuanto le ha sido posible, al pincharse la burbuja que lo envolvía
económicamente, con desastrosas consecuencias, encuentra curanderos mágicos en
las loterías del destino. Ya sean sorteos de mayores o menores envergaduras, o
en cualesquiera otros como las de formarse académicamente, encontrar un empleo,
encontrar pareja, etc., vienen a describir nuestras actitudes emprendedoras. O
sea, que vengan solitos a nosotros, o, en todo caso, a cambio de un mínimo
esfuerzo y/o sacrificio.
Aun cuando
este tema del que me refiero esté ya muy recurrido, qué mejor que la cercanía
de esta Lotería de Navidad para recordarnos que, todos, y digo todos, en mayor
o menor medida nos hacemos responsables de nuestros actos.
La Lotería
es un azar, y, como tal, puede beneficiarnos. Pero, una vez más, empeñémonos en
nuestros objetivos, y, así, podremos optar a que nos toque la lotería de
nuestros logros y triunfos.
La vida,
por sí sola, es ya una Lotería premiada por nuestros esfuerzos. Valorémosla. O,
al menos, llevémosla lo mejor posible.
Felices
Fiestas y, suerte a todos.
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