sábado, 10 de diciembre de 2016

LA CONCUPISCENCIA

Bajo la máscara de la apariencia, del nerviosismo enmascarado, mirar con gula, con deseo, el bien ajeno, el o la amante del prójimo o la prójima.

Atavíos de colores, resortes carnales blindando nuestra realidad del apetito incontrolable de nuestros instintos animales.

La mente organizando nuestra vida, nuestro decoro, y, a la par, dándonos jaquecas de impulsivas frustraciones.

La concupiscencia juvenil, la madura, la senil.

Provocaciones de otros a nuestras flaquezas, y fantasías novelescas. Qué maremágnum de migrañas en nuestra atormentada soledad.

Recuerdos pasados, vivenciales; autoculpas y distopías cuando estamos heridos de la ausencia de amores y esperanzas.

Para el mendigo que se arropa en sus cartones, hedores alcohólicos le embriagan el alma a evasivos anhelos de pueriles consuelos.

Para el trabajador de clase media los medios le disipan el tiempo libre a otros planos del pensamiento reprimido.

Para el acaudalado la concupiscencia le reviste de señorío, de atrevimiento, de inapropiados modales a sus semejantes. Él o ella disfrazando con tácticas superficiales sus anhelos sentimentales y/o materiales.

Concupiscencia nula en el desvalido, en el desamparado, en el extraviado por la indiferencia que pretende demostrar.

Evitar el aislamiento, la opresión, y equilibrar la balanza de nuestras emociones para sustentarnos en el día a día diario y abracadabrante de ganas por seguir viviendo.

El yo, el tú, el él, regulando lo que se es y cómo se gustaría o querría ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario...