sábado, 10 de diciembre de 2016

LA LÍNEA

La línea fina que separa la cordura de la locura.

La línea curva que escinde la luz de la penumbra.

El calor extremo, la frialdad segura, la espesa niebla, la diáfana duda.

Viajamos con el tiempo: cada salto una sensación, cada instante pura emoción.

El tiempo que yo rimo, el tiempo que yo noto, una nota que tocar, un espacio muy remoto.

Puro hastío el fastidio; puro asco la impotencia; puro miedo el desafío; pura sangre la violencia.

La frustrada experiencia, el vacío lleno de inocencia, el reloj ignoto del porvenir de ignorancia nos sustenta.

Cada día es un salto que imprimimos hacia delante, que es nuestra esencia en cada instante, que sabemos predecir de noticias nuevas, ya sabiondos, ya ignorantes.

El “yoísmo”, el egocentrismo, el ser uno, u otro mismo.

La vaca gorda, la flaca res, la lluvia intensa, el yermo ser.

Nunca aprendemos, siempre envejecemos, a veces dominamos los que obedecemos.

Metafísica ignorancia, sapientísima irrelevancia, yo defiendo, tú atacas.

Animadísimo animismo, todo veo, nada para, animadas fantasías, irreales esperanzas.

Dónde el tiempo fue a nacer, y a morir nuestra templanza, el lugar es un espacio que se llena de sustancia.

Chabacana pantomima es la muerte que nos calma, es el miedo a vivir su reflejo en las llamas.

Poco somos: espacio y materia, mentalismo de estrellas, milagrosas criaturas, numerosas coincidencias.

¿Dónde va uno al morir? ¿Y al nacer de dónde llega? ¿Dónde inunda la belleza? ¿Dónde drena la miseria?

La línea fina que separa la vida de la muerte, la franqueza imposible, las creencias preexistentes.

La línea curva del asombro, la línea recta que se aprende, la locura y la cordura, la consciencia que sorprende.

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