miércoles, 4 de diciembre de 2019

CAMBIO CLIMÁTICO

Cambio climático: ¿una argucia?, ¿un fin?, ¿un truco?, ¿una política? No.
Una realidad. Un hecho. Algo perceptible.

Lo queramos o no considerar, aquí está: la subida de las temperaturas; el aumento del nivel del mar; el desastre medioambiental que va a ser realidad gracias a la mano de la humanidad.

Nosotros, los homo sapiens-sapiens, tan confianzudos, tan adorables, contaminándonos mutuamente, en una espiral de progreso que debería poner freno a este atropello.

Si verdaderamente queremos prosperar, y adaptarnos a las circunstancias, no podemos ir destruyendo los medios que nos abastecen para la subsistencia: no podemos agotar los recursos naturales, no los podemos usar y tirar como si fuesen de un solo uso. Debemos concienciarnos:

v  Que cada día se siga avanzando en el tema del reciclaje. Que se aúnen esfuerzos en investigación para que se recicle más, mejor, y lo que se recicle sea más aprovechable.
v  Que se investiguen más las formas de energía limpias, y que las personas las incorporemos: energía solar, energía eólica.
v  Que se busquen agentes descomponedores del microplástico de las aguas del mar, aunque su uso, en un principio, fuera muy restringido. Así nos aseguraríamos de que no ingerimos nada tóxico al consumir pescado.
v  Delimitando la fabricación de plásticos y otros envases. Y evitando que sean arrojados al mar y/o a vertederos.

No sé qué más formas posibles puede haber para evitar el cambio climático, pero seguro que se puede hacer mucho por evitar encenagarnos en las basuras del mañana haciendo hoy lo que desde ayer sería prudente estar ya haciendo.

Si no revertimos la situación mínimamente, ya no es que el calentamiento global afecte o deje de afectar a las mareas y/o costas, o cause fenómenos meteorológicos adversos que produzcan cataclismos medioambientales; es que las enfermedades van a surgir por nuestras propias excrecencias tóxicas, nuestros propios tufos industriales, nuestra propia basura plástica inundando los más recónditos recovecos de las criaturas marinas; y el aire se sentirá resentido de CO2. Y orinaremos microplásticos.

Todo esto alarmantemente forma ya parte de nuestra realidad, y no es una argucia, un fin, o un truco.

Yo, personalmente, dudo de la capacidad humana para reaccionar ante tan gran problema a nivel global.

No obstante, pienso aun con mi escepticismo, ojalá exista aún un resquicio de esperanza para la humanidad, un brote verde que dé a este planeta la posibilidad de pervivir con sus ecosistemas y con ese ser humano que bien puede o favorecerlos o destruirlos.