martes, 24 de agosto de 2021

AFGANISTÁN

 

Se ensombrece el mundo con el trágico periplo político-social que le ha tocado en suerte a esa nación musulmana, Afganistán.

 

Un tema que nos llega a las gentes de a pie occidentales al corazón, al ver cómo ese país tan sumamente “paternalista”, la USA, tras invadir el territorio mahometano ya citado, lo deja, tras veinte años de tutela, ahora a la suerte de la secta talibán, no sabemos debido a qué complejas estrategias territoriales o económicas o vete tú a saber qué tipo de acuerdos.

 

Veinte años de democracia en Afganistán han significado una profunda reformación de valores e ideas, de contextos y de ambientes de opinión. Me parece que el germen o chispa que impulsó a Estados Unidos a intervenir al país afgano, se debió al ataque que sufrió la nación de las libertades contra sus torres gemelas, en pleno Nueva York. Como posteriormente se averiguó que este atentado fue fruto del Daesh, y no sé si también estarían implicados los talibanes, el caso es que EE.UU., con la ayuda de algunas naciones occidentales más, fue contra ellos.

 

Un resultado de tropelías y asesinatos para acabar con los terroristas ha dado qué hablar en estos últimos veinte años. Yo, que no soy experto de la información, me limito a esbozar, en esta redacción, un análisis somero de tal cuestión.

 

La cosa es que se fue contra el Estado Islámico, contra los talibanes, se democratizó Afganistán, y todo eso muy bien todo este tiempo. Pero, como decía al principio, la USA decide en estos momentos liberar a los talibanes que tenía encarcelados, y desocupar la nación afgana, para que en su lugar la gobiernen los talibanes.

 

En medio de todo este desmadre, el país de Afganistán, por tales motivos, entra en ebullición: los colaboradores con EE.UU. intentan abandonar el territorio desahuciado a la desesperada. Se arremolinan en el aeropuerto de Kabul, creo, si no me equivoco, aún amparado por los soldados estadounidenses.

 

Y a lo largo del tiempo, lo que es peor, se esperan los temidos ajustes de cuentas, que ya se van gestando y produciendo.

 

Qué nos espera de cara a los próximos meses en Afganistán lo vaticinan algunos expertos con pronóstico grave. La imposición de un fundamentalismo religioso que a las mujeres dejará casi al valor de un objeto. Ellas, mujeres y niñas, no podrán reír en público, tendrán que vestir el burka, no tendrán acceso a casi ningún tipo de dignidad, ya que se las someterá a unas condiciones medievales. Y los hombres, tendrán que dejarse la barba, y también seguir con el rigorismo religioso adaptado por los talibanes en el gobierno que impongan.

 

Todo este asunto, sigo comentando, nos deja a los ciudadanos de a pie perplejos, pues quién se iba a esperar que el gobierno de EE.UU., ahora dirigido por Biden, dejase tan mal sabor de boca en esta ya de por sí agridulce actualidad.