Una
tarde de domingo, 
afectos,
paisajes, recuerdos, olvido, 
la
fe inefable, el tren que se ha ido, 
la
sola planicie de mí en tu oído.
No
sé a qué agarrarme, 
no
soy positivo, 
los
tantos proyectos ahora vacíos, 
el
sol y el cielo que son mis testigos, 
mi
encierro constante un claro castigo.
Mis
padres ya viejos, 
mi
suerte un cobijo, 
mi
casa mi fuerte, 
mis
versos mi sino.
Errado
he yo mucho, 
chaval
excluido, 
y
ahora yo veo 
lo
que he merecido.
Las
letras mi amada, 
el
tongo que vivo, 
y
solo yo pienso 
lo
tonto que he sido.
Y
ahora yo quiero 
ser
tu amigo, 
cercano
o lejano, 
legal
o prohibido.
El
ocio que tengo
en
casa ahora mismo, 
lo
paso pensando 
como
un suspiro.
La
tarde es esta 
que
anhelo sea otra, 
que
alegre mis penas 
y
sienta que vivo.
Yo
frente a las teclas, 
tú
tiempo y testigo 
de
esta congoja 
que
ahora te escribo.
Ahora
el cielo 
me
hace su amigo, 
y
mezo mis penas 
al
sol vespertino.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario...