En el pozo hondo de
las horas marchitas 
yo una le dedico a la
más exquisita, 
a la más adorable, a
la más bonita 
imagen antigua de
añoranza de antaño.
Años y años, qué
pulcra la dicha 
que teje el clavel de
sueños de risa, 
de claves de sol, de
solfas aprisa, 
al son de tu aire,
allá en tu baño.
Y mueve la brisa tu
rictus de chica 
que ríe al socaire de
leves malicias, 
que mueve al poeta
allá en su banquisa 
a hacer esos versos
de su desengaño.
Qué leves las dunas
de arena y agüita, 
qué bueno el recuerdo
exento de cuitas, 
qué bueno el cincel
que esculpe a Afrodita, 
cobijo de miel de
amor de ermitaño.
 
 
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