¿Dónde está esa niña
con la frente alta
que hechizó mis ojos
con sus esmeraldas?
Esa revoltosa
de nariz tan chata,
revolvía el cajón
de la infancia nata.
Y a través de ella
componía mi carta,
una partitura
de ilusión en alza.
Yo veía el cielo
frente a mis napias,
el hechizo el cebo
de su idiosincrasia.
Respetando todo
lo que fue la magia
decirle mi amor
acabó la gracia.
Ella niña aún,
yo un mancebo
no de esta galaxia,
hizo de la magia
más que mala afasia.
Mas de ese recuerdo
como de su guasa,
ella, ya mujer,
es de las que arrasan.
Por eso un rayo al cielo,
de este poema la causa,
a ti con denuedo,
te saludo, Tata.
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