sábado, 14 de enero de 2017

HASTA QUE ESCRIBA ALGO

Como retratar la tristeza de estos tiempos.

Como escribir a capela, con tu bolígrafo bic, en tu cuaderno cuadriculado, hojas grandes, atemporales.

Aunque luego lo transcriba a ordenador. Aunque cuente con estas tecnologías tan sofisticadas como abrumadoras, dejándolas de lado al meterme en mi inspiración pura y melancólica. Palabra tras palabra, frase tras frase, brotando con libertad, sin amarres ni coacciones, ni siquiera con esquema previo.

Porque ya me basta la chispa vital para retratar lo insólito, lo triste, lo anómalo, lo singular, lo llamativo de estos tiempos que, como cualesquiera otros, sirven de instrumento al hombre o a la mujer en sus diatribas perversas.

Con mi diccionario electrónico como aliado; con la acumulación de sentimientos, pensamientos, ideas, emociones que arrastran hacia la profusión intelectualoide, acaso hacia la aculturación inusitada del mito literario.

Porque uno ve la tele, oye la radio, se informa, siente, disiente, opina, calcula, exige, transige, y no puede permanecer indiferente frente al papel en blanco. Porque, a la postre, se siente obligado a retarse a sí mismo para no explotar, para no “implotar” en el marasmo de lo que hubiera podido reseñar y por causas remotas deja escapar sin ni siquiera molestarse a contarlo literariamente.

No, no puedo, no debo. Cojo mi bolígrafo bic, mi cuaderno, mi diccionario electrónico, mi voluminoso diccionario en papel de la vigesimotercera edición de la Real Academia Española, y, como mejor puedo, me dejo arrastrar por esos efluvios mentales que dictan mi conciencia y no me dejan en paz hasta que escribo algo.

Mucha tecnología, mucho aparato, a un lado. Y que pueda explorar la selva de mi inspiración sin tanto artificio, y con el machete-bolígrafo desbrozando y abriendo paso por entre las limitaciones físicas, temporales, coercitivas mismas del papel, de las frases, de las palabras.

No, no puedo quedarme viéndolas venir. Es una tarde, una mañana, una aurora, una madrugada idóneas para escribir, para contar algo que vaya más allá de la mera anécdota y el típico formalismo literarios.

Sí, yo puedo, yo debo, es mi deber, mi causa, meterme en acción, porque, como digo, mi ego, mi yo, mi lo que sea no descansará tranquilo hasta que escriba algo.

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