Domingo de amores,
viajando a Sevilla,
mis padres ansiosos,
corriendo deprisa.
Grupo en marcha 
hace salida,
va a ver mundo 
en unos días.
Cincuenta y uno 
somos pandilla,
Juan quien conduce,
Marian la guía.
San Valentín 
es nuestro día,
en que llegamos,
y acoplamos con armonía,
en un Hotel que lo valía,
organizando expectativas.
El lunes en Écija 
vimos tesoros,
balcón de una casa 
largo y angosto.
Oneroso ornato 
de Santa María,
retablos muy bellos,
belleza en cuantía.
Vimos también caballeriza,
otrora Real, ahora para turistas.
Subimos tras ver patio primero,
y vimos mosaicos valiosos y buenos.
Y vimos museo, y vimos fragmentos,
de romanos y profanos,
de cristianos y de ateos.
Bella amazonas, joya de Écija,
por ser diosa pagana,
de inhóspita época.
Écija, en fin,
torres y alma,
pasión de sentir,
fe que proclama.
Por la tarde en Carmona 
recorrimos su Alcázar excelso 
de la Puerta de Sevilla,
subiendo torres 
que nos daban aire fresco.
Y bonitas fotos,
bonitos panoramas,
el pueblo de Carmona,
sus casas blanqueadas.
Atravesamos calles varias,
y llegamos a la plaza,
y también tomamos algo 
en un parador de cierta fama.
El tiempo pasa y pasa,
y nos vamos de regreso 
al hotel que nos aloja,
al hotel Sevilla Congresos.
Tras tanto “galopar”,
yo me termino durmiendo 
una siesta en mi cuarto,
que me sirve de refuerzo.
Martes yendo a Sevilla,
capital de la provincia,
sus jardines maravillan,
catedral, Plaza (de España) 
no chica.
Una Plaza de España,
que no peca de sencilla,
grande y amplia, puenteada,
y adornada a la vista.
Catedral es de Sevilla 
un emblema y un tesoro,
que se guarda y custodia 
con sigilo y con decoro.
Mucha gente peregrina 
visitamos sus recodos,
y guardamos los recuerdos 
de sus vistas con las fotos.
Santas Justa y Rufina 
fueron mártires y santas 
que a leones amansaron 
cuando a ellos se dejaron.
Y el martes por la tarde 
quien quisiere en barco ir,
lo podrá haber probado 
por el río Guadalquivir.
Y quien haya elegido 
decantarse por tablaos,
esa tarde mismamente 
los podrá haber “pisao”.
Toca el miércoles mudarse 
la cuadrilla a Extremadura,
dirigiendo nuestro rumbo 
hacia Zafra con premura.
Un convento “se nos abre”,
se nos citan los tormentos 
de las monjas de clausura,
de martirios de otros tiempos.
Una joya me impresiona,
“lignum crucis” allí expuesto,
de valor incalculable,
inefable en su precio.
Las pinturas religiosas,
los pasillos del convento,
el comprar a esas monjas,
de sus manos algo tierno.
Y en Zafra bien comimos 
los garbanzos con chorizo,
y nos fuimos a otro pueblo 
muy famoso por sus vinos.
Ése era Almendralejo,
apañando bien la tarde,
visitando a la par,
plaza de toros que le vale.
Buena tierra Almendralejo,
de poetas de revuelo,
cual Espronceda es un ejemplo 
de los grandes de los tiempos.
Y a Mérida llegamos,
y allí nos ubicamos 
en el Hotel Velada, 
a lo clásico ambientado.
Llega el jueves y nos llevan 
a la “Mérida Augusta”,
a las zonas destacables 
de vestigios importantes.
Desde un templo impresionante,
al teatro admirable,
reformado al aire libre,
para todo visitante.
Y llegamos al Museo 
meridense que se precia,
para ver en sus vitrinas 
los objetos allí puestos.
Y mosaicos y estatuas 
encontrados con el tiempo.
Hasta hay un esqueleto 
explicado al efecto.
Por la tarde quien quisiere 
habrá ido a la alcazaba, 
en el jueves en que escribo 
esto mismo con palabras.
Viernes que vamos a Badajoz,
duques de Feria, nobles de antaño,
gran catedral, valiosos cuadros.
Urbe que bulle y va funcionando,
plazas alegres, gentes andando.
Y por la tarde a Olivenza 
quisimos ir con entereza.
Su torreón es su estrella,
es su museo y fortaleza.
Los utensilios y los aperos,
los muchos trastos
de otros tiempos
se nos mostraban y enseñaban
organizados en departamentos.
 
 
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